El francés y el alemán son dos de las cuatro lenguas oficiales de Suiza. En la ciudad de Berna, de habla alemana, en la rotulación de los museos y otros centros de arte, la segunda lengua en la explicación no es el francés, como parecería corresponderle por vecindad y por solidaridad lingüística nacional, sino el inglés, que, sin embargo, resulta mucho más útil para todo tipo de viajeros. Y ese mismo principio, lengua local más inglés, se aplica tanto en países que tienen varias lenguas oficiales como en aquellos que son monolingües. Se evita de esa forma una lista de traducciones a varios idiomas que hasta hace poco eran frecuentes, y donde siempre faltaba alguno.

El francés tuvo su posición asegurada como lengua internacional en el siglo XIX. Aquella tendencia echaba sus raíces en la preponderancia política y cultural, especialmente durante el largo reinado de Luis XIV (1643-1715) de Francia y se extendió hasta el siglo XVIII. Luego la preponderancia del francés fue descendiendo como resultado de las guerras napoleónicas. Otro mapa de lenguas tendríamos hoy si Napoleón hubiera obtenido los mismos éxitos que Julio César o Alejandro Magno. Tal vez, quien sabe, los europeos no hubiéramos tenido que construir la Unión Europea, sino congratularnos, como hicieron otros pueblos, con un héroe unificador, y hablar y cultivar la distinción y cultura de la lengua francesa.