Cuando pensamos en lenguas que desaparecen, imaginamos alguna tribu africana o algún pequeño poblado perdido en el continente asiático. No imaginamos que esto pueda ocurrir en un país poderoso y con recursos como es Estados Unidos. Y sin embargo, aunque sobreviven hoy en Estados Unidos más de cuarenta lenguas amerindias, sumando sus hablantes apenas llegan a los trescientos mil. La mayoría habla navajo, aunque ya solo la mitad lo transmite como lengua materna en los estados de Nuevo México, Arizona, Colorado y Utah. Si sigue la tendencia del siglo pasado, solo podemos esperar la decadencia de este idioma y su posterior desaparición. En las áreas urbanas, fuera de las reservas, lo habitual es que se abandone el navajo y se hable solo inglés. Curiosamente, el navajo fue usado en la Segunda Guerra Mundial como sistema de codificación de mensajes por radio.
Las demás lenguas precolombinas estadounidenses apenas superan unas decenas de miles de hablantes, entre ellos están los que aún conservan el chipeva (unos setenta mil en EEUU y Canadá) y el dakota (unos veinticinco mil). Los indios autóctonos norteamericanos, en general tratados como miembros de un grupo étnico, pertenecían a tribus tan diversas en lenguas como en culturas y modos de vida. La política federal, que tan pronto apoyaba la conservación de la identidad cultural como intentaba la integración, ha conducido inexorablemente a esta situación actual de decadencia y desaparición. Una pena.
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