Así como no elegimos el color de nuestros ojos ni los genes que determinarán nuestra vida, tampoco elegimos nuestra lengua materna. En ocasiones podemos elegir la lengua en la que seremos bilingües, pero lo más habitual es que esta elección esté determinada por condiciones sociales o económicas y tampoco sea totalmente libre. ¿Podemos elegir la lengua vehicular? ¿Aquella que los hablantes de distintos países utilizan para comunicarse? Tampoco está fácil.
Las lenguas fluyen con naturalidad pero los hablantes utilizan las que les han sido dadas. Hay lugares en los que los gobiernos incentivan la utilización de una determinada lengua en detrimento de otra, aunque no siempre las políticas sociolingüísticas tienen éxito, pues una vez que una lengua está instalada no es fácil desplazarla. Ni los egipcios, ni los griegos, ni los germanos, ni los árabes impusieron sus lenguas…
Todos tenemos derecho a aprender la lengua que queramos, la más extravagante, la más hermosa o la más minoritaria, pero nadie podrá hablar en sánscrito con sus amigos por muchos años que haya dedicado a su estudio.
Porque hoy en día ocho lenguas son habladas por más de cien millones de hablantes y otras setenta y cinco por más de diez millones de personas.
Comentarios