Uno de los personajes principales de la novela Tiene que ser aquí, de Maggie O’Farrell, que acabo de leer es profesor de lingüística y en esta cita que copio aquí hace toda una declaración de intenciones. O el lenguaje me persigue o yo lo encuentro en todas partes.
«Imparto un curso de lingüística en la universidad: enseño a los futuros graduados a diseccionar lo que oyen por ahí, a preguntarse cómo se construyen las oraciones, de qué manera se usan las palabras, y a intentar averiguar por qué es así. Siempre he centrado mi investigación en las formas de evolución de las lenguas. No soy un tradicionalista de esos que ponen el grito en el cielo y se rasgan las vestiduras por el deterioro que sufre la gramática y la decadencia en la propiedad del habla. No, me gusta el concepto de cambio.
Y por eso, dentro del restringidísimo campo académico de la lingüística, me he ganado fama de ir por libre. No es que sea un honor, pero es algo. Si alguien ha oído alguna vez un programa de radio sobre neologismos, desplazamientos gramaticales o el modo en que los jóvenes usurpan y se apropian de los términos para subvertirlos y usarlos a su manera, probablemente fui yo el que intervino para decir que cambiar es bueno, que hay que estar a favor de la flexibilidad.»
Maggie O’Farrell: Tiene que ser aquí
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