Hacían buena pareja a primera vista, pero cuando te acercabas flotaba en el aire una tensión presta a convertirse en fuego. Según los sicólogos, es mejor discutir que guardar silencio pero en ellos cualquier comentario podía ser recibido por el otro como una agresión. Enseguida percibías que la diferencia de opinión más simple bastaba para encender una disputa. Una conversación banal sobre cualquier cosa generaba un fallo de conexión que con demasiada frecuencia terminaba con dos seres que se sentían mutuamente atacados. Les veías dispararse frases como si fueran balas. Era tan rápido el terremoto que a menudo me preguntaba qué matiz, qué adjetivo, qué tono había desencadenado la disputa. Qué en concreto había sido recibido como una grave ofensa de la que había que defenderse de inmediato.
Cómo podían estar tan lejos ellos que llevaban toda una vida juntos. Cómo compartir una cama y vivir a cada lado de un puente. Les veía a mi lado y el ruido que flotaba a su alrededor lo llenaba todo de tristeza. Cenar con ellos era ver un partido de tenis con dos perdedores. Dos rivales con agravios tan lejanos que no los recordaban ni ellos.
Había tanto frío y tanto ruido en esa pareja que no me sorprendí cuando uno de los dos decidió refugiarse en la intemperie. Creo no equivocarme cuando pienso que en el silencio de la noche, sin techo y solo, durmió, por fin, tranquilo.
Comentarios
Precioso Gemma, precioso. Mi felicitación
¡Gracias!
Apoyo el comentario anterior ¡precioso!
Gracias, Maite.