Si a usted le preguntaran ¿cuántos idiomas se hablan en Francia? lo más probable es que respondiera «Uno, ¿no?, el francés». Y sí cierto, el francés es el idioma oficial del país vecino, pero no el único. Amparándose en la Carta europea de las lenguas regionales y minoritarias, de 1999 algunos grupos han exigido repetidamente en Francia la protección del alsaciano, el vasco, el catalán, el bretón, el corso, el creole y el occitano, todas ellas lenguas regionales amenazadas de desaparición.

Con el objeto de redactar una ley que facilitara su integración, el informe de Bernard Cerquiglini, al que la prensa prestó gran atención, mostraba curiosamente que en Francia no hay siete u ocho lenguas minoritarias en peligro de desaparición, sino unas setenta y cinco. Setenta y cinco, sí, han leído bien.

Así las cosas, el principio de lo políticamente correcto aplicado a la igualdad de las lenguas generó una situación de crisis, de bloqueo, de confusión y de dudas, porque ¿es posible proteger o promover setenta y cinco lenguas? No parece fácil. Y, si consideramos que no se puede hacer, ¿cómo justificar el abandono del principio de igualdad?

Un análisis minucioso podría mostrarnos que las lenguas minoritarias más habladas no son necesariamente las que habría que promover en prioridad. Si mantenemos la mirada en territorio francés, las lenguas precolombinas de la Guayana tendrían para sus hablantes una importancia práctica mucho mayor que la del occitano en el sur de Francia, o el bretón en el norte, por lo que, ¿qué hacer? De momento, en Francia, el artículo 2 de la Constitución francesa de 1958 dice textualmente que «La langue de la République est le français«. Y ya está, que en todas partes cuecen habas.