Entro a tomarme un café con mi amiga y encuentro a los parroquianos exaltados, gritando por encima del volumen de la televisión. Aquí va a haber más que palabras, me dice Itziar. ¿Qué ha pasado? No sé, pero Iker y la Txiki están muy enfadados con ese de ahí, algo que viene de lejos, no sé qué comentaban de que las palabras se las lleva el viento y el otro les ha dicho que sí, ya, pero que a buen entendedor, pocas palabras bastan. ¿Y llevan así mucho tiempo? No, qué va, ya sabes que el Iker se enciende enseguida, tiene facilidad de palabra, pero tendría que pensar un poco antes de hablar. Cállate le decía la Txiki, que por la boca muere el pez, que aquí lo que vale es la última palabra y esa la vamos a tener nosotrospero él ni caso.

Cualquiera pedía un café con ese ambiente. Saqué el móvil e intenté leer las noticias. ¿Sabes qué te digo? Que a palabras necias, oídos sordos, le dijo uno de los clientes a Iker. ¡Jesús!, esa expresión la decía mi padre y además muy a menudo. Le venía al pelo a su carácter tranquilo y poco amigo de enfrentamientos. Itziar, esto está de lo más interesante. No sé de qué va, pero se ve que hay intríngulis. Si quieres nos inventamos una historia, con lo que tenemos ya nos da para algo, como cuando éramos pequeñas y repetíamos lo que oíamos como papagayos, ¿te acuerdas? Ya lo creo, pero ¿sabes qué te digo? que a estos yo les dejaba con la palabra en la boca. Anda, vámonos a otro sitio a tomar el café porque aquí va a haber más que palabras.