Tendemos a pensar que en cada país se habla una lengua y solo una en una especie de equivalencia justa y perfecta: en Francia, francés; en Italia, italiano y en Alemania, alemán. Pero no es así, no hay equivalencia perfecta en esto de los idiomas. Las situaciones políticas en las que pervive una lengua son diversas, de hecho, son muy diversas.

Los idiomas que no tienen el soporte de un estado son mayoría y entre las lenguas con estado, los que solo tienen una lengua son muy pocos, y sería el caso de Suecia, por ejemplo, (aunque hay comunidades de suecos en Estonia y Finlandia). Los estados que poseen más de una lengua presentan situaciones sociolingüísticas muy diferentes: pueden tener una sola lengua oficial (Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos…) o pueden tener dos o más que, a su vez, pueden ser válidas en todo el territorio (Bélgica, Canadá, Suiza…) o solamente en una parte del mismo. Y conviene no olvidar que también se puede dar la circunstancia de que una misma lengua tenga todas las bendiciones en un estado, y sin embargo en otro se vea en una situación de no oficial y minoritaria, como sucede con el euskera, bien se trate de España o Francia.

Hay todavía un par de situaciones sociolingüísticas más: la de las lenguas habladas en más de un estado, como el portugués, el alemán, el árabe, el castellano y el inglés; y la de aquellos idiomas que, además de tener unos dominios históricos, gozan de un estatuto «internacional» o son considerados «de comunicación» y aquí incluiríamos al inglés, al castellano, al francés, al ruso y poco más.

Lamento decepcionarles porque qué mejor que un país, una lengua, pero, ya ven, nada más lejos de la realidad.