¿Puede un lingüista colaborar en la resolución de un caso de asesinato? Pues sí, podría, ya lo creo. De hecho hay una serie, Manhunt: Unabomber, de la que ya hablé en este blog, en la que se puede ver cómo un caso real y bien importante se resuelve gracias a la investigación de un lingüista.

La lingüística forense es una especialidad relativamente nueva que se aplica en casos policiales con algo tan sencillo como  facilitar la identidad de una persona a partir de su forma de hablar, las muletillas que uno emplea, si tiende a hacer pausas o a alargar las palabras al final… ese tipo de cosas. Se puede conocer la edad de un hablante por palabras concretas o por referencias a piezas musicales o a cualquier otra connotación cultural. Los rasgos socio-colectivos de un individuo, además de su acento, aportan pistas sobre su origen geográfico y permiten también, por ejemplo, detectar si vive en una situación de contacto de lenguas.

La lingüística forense empezó a ser utilizada en España en 1987 y desde entonces sus ámbitos de actuación no han hecho más que crecer. Además de lo señalado más arriba, se utiliza asimismo para asesorar en interrogatorios-entrevistas a menores, tratando de que no se induzca al menor a decir una determinada cosa; resuelve ambigüedades, elabora perfiles lingüísticos y atiende tanto investigaciones privadas como investigaciones policiales.

Si ya lo digo yo, los lingüistas somos personas muy interesantes.