«Todo el mundo tiene ideas sobre el lenguaje, -afirmaba Gabriel Ferrater- y como la mayoría de dichas ideas son supersticiones absurdas y el lingüista no tiene otro remedio que combatirlas (o por lo menos olvidarlas), produce una reacción irritada en la persona ingenua». Cierto, todo el mundo tiene ideas sobre el lenguaje, ideas y estereotipos como que hay lenguas dulces y otras duras, algunas nos suenan claras y otras impenetrables. También pensamos que hay lenguas fáciles, como el italiano, y difíciles, como el alemán.
Y, sin embargo, nada más lejos de la realidad. Porque la clave está en que todas esas opiniones son emitidas desde la propia lengua, todo se compara con ella, con nuestra lengua materna, la única, la mejor, la universal, es el código primigenio que mide todas las demás pero no somos conscientes de ello.
La mayor parte de las veces quienes expresan estos prejuicios lingüísticos no lo hacen con mala fe sino con desconocimiento, ajustados a estereotipos y opiniones dictadas más por la desazón que nos produce todo lo que es diferente a nosotros que por otra cosa. Por eso, una vez más, pensemos dos veces antes de hablar de una lengua que desconocemos, no nos olvidemos nunca de relativizar, es buenísimo para la salud.
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