Tan pronto se le reprocha a la Real Academia de la Lengua la tardanza en admitir en su diccionario palabras que son del dominio público, como lo que no nos gusta es precisamente que admita palabras nuevas o palabras extranjeras. En el fondo de estas opiniones está, a mi entender, el distinto criterio respecto a lo que es un diccionario. ¿Debe un diccionario ser prescriptivo, es decir, debe defender las mejores prácticas del idioma? ¿o debe ser descriptivo y recoger el uso que los hablantes hacen del idioma en un momento dado?
Hay que tener en cuenta también que la RAE es una institución y, como tal, debe ser prudente, porque, ¿cómo saber si una palabra está de paso o ha llegado para quedarse? Cada nueva palabra que se incorpora al uso parece que lo hace para siempre, pero en muchas ocasiones no es así, Pues precisamente de las palabras que desaparecieron no nos acordamos.
A estas palabras que llegan y se van se las conoce como palabras globo y un buen ejemplo sería interviú. Interviú se usó tanto durante algunos años que incluso llegó a ser el nombre de una famosa revista. Y sin embargo, interviú ya no se utiliza, ha perdido la partida en beneficio de la tradicional entrevista.
La lengua es caprichosa y voluble, hoy le gusta una palabra y mañana no. Tan pronto desecha un término como rescata otro
Un diccionario no es un noble guardián de la lengua, los diccionarios son registros del idioma tal y como se utiliza, no se consignan en ellos solo las voces buenas sino también las malas y las feas, como por ejemplo negro (escritor en lugar de otro) porque si alguien lee esa palabra y no encuentra su descripción en el diccionario ¿cómo saber su significado?
El autor de un diccionario es un mero observador del lenguaje que se habla, su función es descriptiva. El único requisito de una palabra para figurar en la mayoría de los diccionarios es gozar de un uso amplio y prolongado.
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