El acento siempre nos delata, no importa cuánto intentemos disimularlo, cuánto nos esforcemos, el acento está ahí como si de una marca de nacimiento se tratara, aunque si lo pensamos bien, eso es exactamente lo que es. Si vamos a vivir o a trabajar a otro país, nuestro acento dirá a los cuatro vientos que somos extranjeros y sin embargo, a menudo no somos para nada conscientes de ello.
Más de una vez me han preguntado en Madrid si era de Bilbao o del Norte, lo que me ha sorprendido porque para mí mi forma de hablar, mi acento, es el mismo que el del resto de los habitantes de Madrid. Y, sin embargo, ellos se dan cuenta, no solo de que no soy de Madrid, sino de que soy del Norte.
Si a esto le añadimos la circunstancia de vivir en una zona de lenguas en contacto, las palabras en euskera que se nos deslizan sin querer, por ejemplo, un donostiarra o un guipuzcoano jamás dirá tobogán siempre dirá txirristra, el diagnóstico está hecho.
Todos creemos en España que hablamos un castellano estándar, quizás los andaluces sean los más conscientes de su acento, pero de hecho ninguno lo hablamos, todos llevamos la marca de nacimiento impresa en nuestra forma de hablar.
Comentarios
Un santiagueño, de Santiago del Estero, la Argentina, jamás preguntará «por qué», dirá «¿de cómo?». Cuando se enoje puteará en quichua «comé aca», que es lo mismo que «comé mierda». No exclamará «ay, me estoy quemando», sino «tuy laca», que significa lo mismo, pero nombrando la vulva de la mujer, que es «laca». Tampoco se admirará diciendo «mira que linda», sino que lanzará un «achalay, qué churita». En fin. Muy bueno el blog, siempre lo leo, a veces tengo tiempo y lo comento. a veces no.
Saludos
¡Qué bueno el comentario, Santiago! Te leo y recuerdo que a veces me asombro de que nos entendamos, los de aquel lado del Atlántico y los de este. Pero lo hacemos, ya lo creo, y hasta podemos ambos disfrutar de nuestras opiniones sobre el lenguaje.
Muchas gracias por leerme y por decírmelo.
Un saludo.