Así como todas las personas somos iguales en cuanto a sujetos de derecho, así todas las lenguas tienen un valor equivalente. El artículo quinto de la Declaración universal de los derechos lingüísticos expone que todas las comunidades lingüísticas tienen los mismos derechos, independientemente del estatus legal o político de su lengua, sea esta oficial, regional o minoritaria.
Y es que con nuestra lengua materna (o nuestras lenguas maternas) damos nombre al mundo que nos rodea, formamos nuestros primeros pensamientos y le damos dimensión a las pasiones. Cada lengua es una creación única y todas pueden proporcionar el nombre de un sentimiento, la forma de un dolor o la dimensión de una distancia. Digamos que todas las lenguas tienen el mismo ilimitado potencial y que todas son un instrumento magnífico al servicio de quien las usa.
Las posibilidades expresivas del aranés son las mismas que las del chino, aunque el primero cuente con unos cuatro mil hablantes y el segundo con miles de millones, pero el potencial de desarrollo de una lengua es tan ilimitado que si un día el aranés se convirtiera en la lengua de cientos de millones de hablantes, seguro que enriquecería su léxico y armaría su morfosintaxis con una estructura que abarcaría la medida necesaria para que todo fuera expresado por sus hablantes. Por eso cada lengua es única y sin embargo, todas son iguales.
Comentarios
«Y le damos dimensión a las pasiones». Precioso decir.