¿Puede un libro cambiar una vida?, se preguntaba un escritor al inicio de una conferencia. Y explicaba que cuando uno se sienta a escribir quiere cambiar la vida de alguien sin darse cuenta de lo iluso e imposible de ese deseo. Pero yo pensé que sí, que a mí un libro me había cambiado la vida.

Me refiero a «Memorias de una joven formal», de Simone de Beauvoir. Me debería haber cambiado la vida su magnífico ensayo, «El Segundo Sexo», pero el libro que me hizo revisar lo que pensaba fue el primer tomo de las memorias de Simone de Beauvoir. En él encontré a una muchacha libre con un proyecto de vida, una ideología y una ética y quise ser como ella. Y eso me dio otra perspectiva del mundo, me sacó del barrio humilde en el que vivía y me transportó, sin cambiar de casa, a un mundo distinto, a todo lo que se podía comprender accediendo a la cultura.

Porque ese libro me llevó a otros libros, me enseñó que había mujeres que habían encontrado un lugar en el mundo que iba más allá de la cocina que habitaba mi madre. Simone de Beauvoir me proporcionó muchas lecturas, gracias a ella quise aprender filosofía, quise saber cómo funcionaba la política y por ende el mundo.

El escritor de la conferencia decía que no, que un libro no puede cambiar una vida. Cómo me hubiera gustado tener la posibilidad de tomarme una cerveza con él y explicarle que sí, que hay libros que cambian vidas. Seguro que le hubiera gustado saberlo.