Muchos de los libros que leo los tomo prestados de las bibliotecas de mi ciudad. Es una buena forma, no solo de ahorrar, sino también de no almacenar más libros en casa. Pero también y quizá la más poderosa, es una forma de no sentirse muy decepcionado cuando un libro no cumple las expectativas que pusimos en él al escogerlo.

“Canción dulce”, de Leila Slimani es uno de estos casos. Llevaba tiempo detrás de él pues parece que buena parte de las personas que frecuentamos las bibliotecas buscamos los mismos libros. Por fin encontré en una de ellas “Canción dulce”, prometiéndomelas tan felices como promete su título. Y sin embargo, me ha resultado predecible, con una prosa banal y un discurrir del argumento tan previsible que me siento incapaz de terminarlo.

Comienza el libro con la muerte de dos niños pequeños a manos de su niñera. Ella ha tratado de suicidarse pero no lo ha conseguido. No es mal comienzo empezar por el final. Me intriga saber cómo hemos podido llegar a una situación tan extrema. Y, sin embargo, la acción va transcurriendo de la forma más previsible posible. La niñera tiene problemas personales, siente envidia de esa familia que a ella le parece perfecta, aunque no lo es, bebe y, por lo visto, un día decide poner fin a lo que para ella es una vida desafortunada.

No he conseguido terminar el libro por lo que es posible que en la segunda mitad ocurran cosas ¿imprevistas?, pero leo y leo y, lamentablemente, me aburro, por lo que decido devolver el libro a la biblioteca rápidamente donde, seguro, alguien estará buscándolo como yo antes.