¿Me podría dejar el teléfono para hacer una llamada, por favor? Es un chico joven, de la edad de mi hijo pequeño, calculo, es que estoy esperando a mi hermano pero no viene. Dudo pero conozco demasiado bien este tipo de situaciones para que me sea indiferente. Vale, le digo. ¿Te sabes el número? Y mientras lo marco le miro a los ojos, no vas a salir corriendo con mi teléfono, ¿verdad?, porque te alcanzo. No, no, se ríe, no voy a salir corriendo. Marco el número y le doy el teléfono. No contesta nadie al otro lado y me devuelve el teléfono. Muchas gracias, me dice educado, con una dicción lenta que me es familiar. Siempre creo que esas cosas solo me pasan a mí y siempre me equivoco. De nada, le digo. Agur.
Apenas he recorrido 10 metros cuando suena el teléfono. Veo que es el número al que hemos llamado y reconozco el patrón, yo también devuelvo llamadas a números desconocidos. Lo cojo. ¿Sí? Este… verás… titubea una voz joven al otro lado, ah, ya, era mi hermano ¿verdad? Sí, sí, espera, no cuelgues que está cerca, ya te lo paso. Y corro hacia el hermano pequeño cuando este se disponía a bajar por la rampa de los relojes. Le paso el teléfono y hablan los dos. El pequeño (asumo que lo es aunque no lo sé) le dice dónde está y parece que se ponen de acuerdo. Cuelga y me devuelve el teléfono con una sonrisa de alivio. Muchas gracias, me dice de nuevo.
Me alejo pensando cuántas veces mi hijo habrá hecho lo mismo.
Comentarios
Unas veces estamos en un lado de la historia, otras en el otro……¡cuántas vueltas da la vida! o mejor: ¡cuántas vueltas damos en la vida!
Pues sí, cierto, por eso no deberíamos olvidarnos de ser empáticos porque no sabemos si mañana no nos va a tocar a nosotros. O a nuestros hijos.