La Vida Bochornosa del Negro Carrizo, de Juan Ángel Cabaleiro, es un título que me recuerda a los de García Márquez, por ejemplo a aquel maravilloso La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada.

En la ciudad de Tucumán, en el barrio de La Bombilla viven el negro Carrizo y la Julia. Ambos trabajan en un negocio que se dedica a timar a los pobres ingenuos necesitados de una vivienda, les venden unos números que les dan acceso a una especie de Plan de Ahorro y les enseñan la casa, un prefabricado de papel cartón, que pueden ganar si su número coincide con las tres últimas cifras del sorteo de la Lotería Nacional. Todo va bien hasta que, mierda de suerte, a veces sale un número premiado. Entonces no les queda más remedio que entregar la casa al atónito afortunado.

El negro Carrizo supera la cota del engaño y engaña él a su vez a la empresa, vende números por su cuenta y consigue suscripciones que cobra todos los meses sin trasladar estos beneficios a «Casaplán: Su vivienda por menos de lo que imagina». Entre venta y venta, el negro y la Julia comienzan a dar rienda suelta a la atracción que les enreda y que, en sus sucesivos encuentros, no hace más que crecer. Pero las cosas se complican sin cesar, el gordo Reyna (un delincuente del barrio) quiere su parte, tanto de las ganancias del negro como de las de la empresa. Se complica también la relación entre Carrizo y la Julia, se complica la situación de Casaplán.

Es una delicia de novela: novela negra, novela de amor, descripción sociológica de un barrio, una historia llena de vitalidad y melancolía a un tiempo. Y todo esto con su chispa de humor enredado entre los párrafos. Les dejo con esta cita para que juzguen ustedes mismos:

«El negro, aunque ignoraba los cuestionamientos morales, temió por un momento que esa revelación significara descender algunos peldaños en la estimación que la Julia le tenía, pero valoró enseguida que compartir esa revelación, un secreto, una trampa, estrechar vínculos con ella mediante cierto grado de complicidad, aunque implicaba algún riesgo menos, le aseguraba un futuro pródigo en eyaculaciones».