Hablo con un buen amigo mío y me dice que está asombrado con las campañas tipo #MeToo, que no lo entiende, que si ahora cualquier mujer va a poder acusar a un hombre de haberle acosado o agredido sexualmente, que a qué viene todo esto ahora, que qué sentido tiene. Y yo pienso que no lo entiende porque las mujeres, en efecto, no hemos hablado de ello durante mucho tiempo. A veces ni siquiera entre nosotras. Verás, le digo, a mí una vez un chico joven me siguió un largo trecho y al final se tiró encima de mí por la espalda y metió su mano entre mis piernas, me asusté mucho, pero no se lo dije a nadie. En un viaje el guía llamó a mi habitación por la noche y después de una breve charla sobre el itinerario del día siguiente, me empujo en la cama y comenzó a manosearme, tampoco se lo conté a nadie porque para qué. Cuando tenía 18 años subí a casa de un conocido que me dijo que quería que viera unos libros de sus padres y yo creí en la literalidad de sus palabras, cómo me podía imaginar que en su argot «ven a mi casa» significaba vente a la cama conmigo. Y tampoco se lo dije a nadie. Para qué.
Ahora me doy cuenta de que ni mi amigo ni muchos otros hombres pueden saber de qué hablamos cuando hablamos del #MeToo o #YoTambién, aunque a nosotras nos parece evidente, porque no lo hemos contado, porque lo no nombrado no existe.
Mi amigo se asombró mucho aunque no le conté ni la mitad de las historias similares que he vivido, tampoco le hablé de la culpa, ni del miedo a andar sola, ni de tantos y tantos frenos como nos ponemos las mujeres por simple y puro miedo. Ojalá, poco a poco, nuestros amigos, parejas y todos los hombres en general vayan pensando que las mujeres por ser tales no queremos ir contra los hombres por ser tales, solo queremos que aquellos que nos agreden sepan que la agresión merece justicia. Nada más y todo eso.
Comentarios
mi amiga Eva, a la que creo que conociste cuando nos vimos en Asturias, siempre afirma con rotundidad que «no hay ninguna que no lo haya sufrido» y yo, repasando algunos capítulos de mi vida, cada día estoy más convencida de que es cierto.
Totalmente de acuerdo con ella. Lo que pasa es que si lo contamos, lo contamos a una mujer, nunca a un hombre. Y ahora ves que ellos no conocen esa realidad, no se imaginan cuán frecuente es y qué perturbador y violento resulta.
¡Hola Gemma! A mí me debe pasar lo mismo que a ese amigo tuyo. Toda mi vida laboral, de los 14 a los 63, he trabajado con mujeres. Jamás he visto, he intuido o he sospechado de esos actos contra la voluntad de la mujer. Fuera del trabajo, en la vida social, lo mismo. Esos actos son «abuso de poder»,el fuerte contra el débil, lo mismo si se cometen con un niño, con un anciano, con un animal, sobre un trabajador necesitado o entre colegas en el patio de un colegio. Ahora ¿qué hacer? ¿Cómo se ataja algo que se produce en la intimidad o en soledad? Ese es el problema. Pero de lo que no me cabe duda es de que hemos de intentar atajarlo en comandita hombres y mujeres. Con la misma sinceridad he de decirte que me parece ver que parte del movimiento feminista está siendo colonizado, absorbido, succionado, por el feminismo radical. El feminismo como tal teoría es muy variado, lo es y lo ha sido siempre como cualquier idea o teoría en las ciencias sociales. Como se instale como discurso único ¡vamos daos!
Sucede, Antonio, como cuento en el post, que muchos hombres, como tú y como mi amigo, no han reparado o no han conocido casos de abuso, bien porque no lo contamos, bien porque a ellos jamás se les ha ocurrido que se pueda actuar contra la voluntad de una mujer. Sin embargo a las mujeres nos ha ocurrido repetidamente. Yo he contado en el post tres ejemplos pero podría contar muchos más. Cuando los cuento me da la sensación de que debo empezar por pedir disculpas a los hombres que no son así, pero es que no me refiero a todos, me refiero solo a los abusones.
En cuanto a la última parte de tu post, muchos movimientos políticos sufren de intentos de colonización por parte de extremistas, creo que es normal que de un lado las cosas se vayan justo al extremo opuesto, pero luego las aguas vuelven al centro y por allí avanzan. La verdad es que esto no me preocupa. Me gustaría que las generaciones venideras disfrutaran de más oportunidades y más respeto del que hemos tenido nosotras.
Muchas gracias por la visita, Antonio.
En cuanto a la primera parte estamos completamente de acuerdo Gemma. Pero en cuanto a la segunda me empieza a preocupar seriamente. Sin ir más lejos lee el resumen que hace hoy el DV de la conferencia de las responsables del movimiento en Donosti. No creo que sea siempre así que primero las cosas vayan al extremo y después se centren. Hay muchos ejemplos en todo el mundo de movimientos que se han perdido por el camino por radicalizarse. Sin ir más lejos mira lo que está pasando en Cataluña o con el Islam, o lo que hace más tiempo pasó con la guerra civil española. En los tres casos las cosas se echaron a perder por los extremismos que en ningún caso representaron a la mayoría puesto que son o fueron minorías organizadas las que llevaron al encontronazo. Si el feminismo se radicaliza de tal manera manifestándose como una única voz, todos perderemos. Al final son las minorías organizadas las que se llevan el gato al agua.
Creo que el feminismo cuenta con unas características propias que le alejan de ejemplos como el de Cataluña o el Islam. En primer lugar, es un movimiento absolutamente heterogéneo, formado por hombres y mujeres, muchas más mujeres, cierto (y es una pena que tantos hombres piensen que defender la igualdad entre hombres y mujeres sea cosa de mujeres). Es un movimiento social, no representado por ningún partido político, que aspira a conseguir objetivos tan dispares como que las niñas en la India no dejen de ir a la escuela porque tienen la regla, o que las actrices de Hollywood ganen lo mismo que sus compañeros hombres.
Si el feminismo se radicalizara, estoy contigo en que todos perderíamos, sobre todo nosotras, pero soy optimista en este sentido, es un peligro que no veo de momento.
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