Tengo como recuerdo de mi madre un secador de pelo. Tengo también otras cosas que heredé a su muerte pero prefiero, con mucho, el secador de pelo. Ahora que me han regalado uno llegado directamente del futuro me doy cuenta de que el viejo secador tiene algo que me conforta.
Mi madre hacía los regalos con unos criterios muy particulares. Para empezar no regalaba pensando en lo que le gustaba al destinatario, sino en lo que le gustaba a ella, o mejor dicho, en lo que le venía bien regalar en ese momento. Los regalos de mi madre podían ser cosas que tenía arrumbadas en un rincón del armario, de manera que se podría decir de ella que inventó el concepto de vender regalos en eBay antes de que la web existiera. Luego preguntaba insistentemente si ya lo habías estrenado porque sabía muy bien qué se podía hacer con un objeto que no le gustaba a una.
Por todo esto, el secador de pelo es precioso para mí. Por una vez me regaló lo que yo quería, era nuevo y era bueno. Hasta es mágico, si lo sueltas se apaga sin necesidad de tocar ningún interruptor, solo con dejarlo sobre el lavabo, el secador se para. Ese secador me habla de una madre que un día pensó en lo que me hacía ilusión, pensó que me pondría contenta al recibirlo y que me haría buen servicio, algo muy importante para la mujer práctica que ella era.
Y no le faltaba razón, hoy cinco años después de su muerte y no sé cuántos desde el día en que me lo regaló, me cuesta deshacerme de él, yo que me deshago tan fácil de las cosas.
Comentarios