Cuando el silencio se instala entre ellos es como si les envolviera una espesa niebla. Es un silencio que se hace más denso cada día que pasa, que dura días y hasta semanas haciendo cada minuto irrespirable. Se hablan y ni siquiera así se disipa el silencio. Comentan hechos triviales, cosas relativas a lo cotidiano, quizás se atrevan a compartir una noticia de actualidad, pero sus voces suenan raras, parecen actores de doblaje. Y aunque no es un placer, no evitan la mutua compañía para que el silencio no sea una barrera definitiva. Pasan los días e, incapaces de extender una mano que lo traspase, olvidan el motivo que lo provocó. Ella se siente culpable y a la vez agraviada sin conseguir recordar por qué. Cuál fue la ofensa inicial, cuál es la herida.
Pasan los días y el silencio les desgasta, se lleva todo el aire de la habitación en la que están. Hacen las mismas cosas de siempre, las que les hacen felices y sin embargo ahora están cubiertas de un polvo de pesadumbre. Son los mismos de los días de vino y rosas y también un par de desconocidos tenazmente callados. Muy solos aunque estén juntos. De una manera intuitiva saben que no deben separarse por si se perdieran definitivamente, pero estar juntos aviva la tristeza. En qué lugar de su piel estará la palabra que les libere, dónde la sonrisa cómplice que se lleve la niebla tan espesa, cómo traspasar el muro de silencio, cuál será la frase mágica que acabe con él. Quién de los dos la encontrará y cuándo.
Comentarios
Uffffffff
Tan certero como angustiante…
Uffffff, espero que sea ficción, pero solo leerlo duele