La Flaca vive con sus padres, su abuela, su tía y su tío en La Habana en lo que ella llama la casa grande, un universo de silencios y compartimientos estanco. Según crece, la Flaca va descubriendo que nada es tan sencillo como le parecía de pequeña, en realidad, nada es como parece. Su tío es un homosexual (sin salir del armario) al que le gustan los jóvenes, su tía es una mujer permanentemente deprimida sin más tarea que aporrear la máquina de escribir cuando tiene buen día, su padre pasa más tiempo fuera que dentro de casa incluidas las noches, y su madre, argentina que llegó a La Habana enamorada, decide refugiarse en los tangos que escucha sin parar.

La Flaca crece, hace amigos, aparte de Cuatro (en origen Cuatro Ojos) que la acompaña desde la infancia, como el Poeta, el Merca o Dios. Los personajes no tienen nombres, sino apodos en la novela. Dios es sin duda un hallazgo, se trata de una especie de intelectual, dado a la bebida que dobla en edad a la Flaca pero con el que se siente segura y del que aprende mucho.

Esta novela, Premio Lengua de Trapo de Narrativa, es la primera de su autora, algo que nunca hubiera creído posible. Karla Suárez es una narradora poderosa y original, es como si tuviera algún tipo de filtro seductor que te va atrapando en sus páginas. En un principio piensas «esta chica escribe bien», después sigues con «qué bien me está contando esta historia» para terminar fascinada con un «dónde podré encontrar otro libro suyo». Así que, os dejo, me voy a la biblioteca porque creo que tienen otro.