Queridas amigas, leed en público, no tengáis miedo de que os llamen ratita de biblioteca, algo que a mí me han llamado mucho, porque leyendo se liga. No hace falta comprarse un perro y sacarlo a pasear a las 11 de la noche si una tiene ganas de compañía. Coges un libro, lo abres, y al momento tienes un tipo que quiere pegar la hebra contigo.

Escucho una voz masculina que me dice, hola, qué tal. Yo, que estoy ensimismada en mi libro, levanto la vista con desgana, quién será ahora el pesado, y veo a un tipo alto, con el pelo entreverado de canas y unos ojos muy negros. Te veo leyendo El Colgajo, me dice. Me había sentado en una esquina de la librería para tratar de saber si, a pesar de todo lo que se habla de este libro, me podría gustar. Sí, le contesto ya con menos desgana. Y ¿qué te parece? porque he oído hablar mucho de él… Sí, yo también, le interrumpo, solo he leído media docena de páginas pero creo que me va a gustar. Vaya -me dice- es genial cuando te das cuenta de que un libro te atrapa. Sí, la verdad es que lo iba a comprar para regalar pero creo que va a ser para mí. Yo también me lo voy a comprar. Estaría bien que pudiéramos comentarlo, ¿no? Se me ponen las orejas tiesas, eeeeh…, es un tipo interesante pero una está pillada. Me sumo en la duda, charlar de libros no puede tener nada de malo, ¿verdad? Ya, pero también te puedes complicar la vida… Jajaja, se ríe. Se ve que es observador y se ha dado cuenta del trasiego de mis pensamientos. Cualquier día nos vemos por aquí, me dice, y se da media vuelta. Ahora ya no sé por dónde iba, ni si quiero comprar el libro para mí o para regalar. Creo que compraré dos por si algún día me vuelvo a encontrar a este lector. Ahora pienso también que le podía haber pedido una foto leyendo. Igual hasta me decía que sí.