El idioma chino llegó al siglo XX con achaques de vejez en su escritura. La forma de los ideogramas había sufrido varios cambios durante sus tres milenios de vida, pero ninguno tan ambicioso como el llevado a cabo en 1950, cuando se intentó, sin éxito, escribir con el sistema pinjin o deletreo fonético, inspirado en el alfabeto latino.
Hagamos un poco de historia que nos va a venir muy bien para explicarnos algunas cosas. Después de la caída de la dinastía Manchú, y con el establecimiento de la república en 1911, nace un sentimiento popular y nacional que reclama la normalización de la lengua nacional y la renovación de la escritura tradicional ideográfica por otra de carácter alfabético.
Ambos pasos parecían indispensables para conseguir la alfabetización y con ella una educación generalizada, capaz de llegar a todas las clases sociales. Aquí jugó un papel decisivo la revolución cultural conocida como Movimiento Cuatro de Mayo de 1919. Los resultados de aquel debate nacional no se concretaron hasta 1949 en la conocida como putonghua o ‘lengua común’ que fue adoptada oficialmente como la lengua nacional de la República Popular China. Aquella reforma parecía indispensable para conseguir la extensión del régimen implantado por Mao Zedong. Con este propósito se llevó a cabo una compleja tarea de simplificación de trazos: más de dos mil signos fueron modificados, (aunque ni Taiwán ni Hong Kong ni Singapur se sumaron al cambio).
Treinta años después, en 1979, los chinos pidieron al resto del mundo que fuera utilizado su sistema fonético de transcripción, el pinyin, es decir, una escritura latina del chino. Este sistema reemplazó, por entonces, a sistemas de romanización más antiguos y pronto recibió el beneplácito de la mayoría de las instituciones europeas y americanas como único sistema de transcripción para el chino mandarín, aunque no se estimó conveniente transcribir al pinyin los nombres de personas y lugares históricos o geográficos arraigados en la ortografía tradicional. Por eso seguimos escribiendo Tíbet, Hong Kong y Confucio, pero se ha impuesto, en detrimento de nuestro sistema tradicional, otra escritura para el apellido del famoso dirigente comunista Mao. Se sigue pronunciando Tse Tung, pero la norma pinyin aconseja escribir Zedong.
Algo parecido sucede con la capital, que en pinyin se transcribe Beijing, aunque debe pronunciarse Pekín, como siempre. Hoy el pinyin sirve en la escuela para que el estudiante aprenda al mismo tiempo el ideograma y su pronunciación con las modificaciones necesarias para adaptar la lejanía de ambas fonéticas. No ha tenido éxito, sin embargo, como sistema de escritura sin apoyo de los ideogramas. Otra vez será.
Comentarios
Yo siempre diré y escribiré Mao Tse Tung y Pekín, a mí nadie me va a imponer la moda anglosajona y aquí en casa, diré Gerona y las Islas Baleares, en castellano, igual que l@s tont@s que dicen Maiami o Niu York, pero esto qué es?