Jay Mendelsohn (el padre del autor) decide a sus 81 años matricularse en un curso sobre la Odisea del que es profesor su hijo. Promete sentarse en la parte de atrás y no interferir, pero pronto olvida su promesa e interviene expresando opiniones contrarias a las del profesor. Mientras Daniel Mendelsohn afirma que Odiseo es un héroe admirable, Jay señala que Odiseo es mentiroso, adúltero, violento y autocompasivo, es decir, cualquier cosa menos un héroe. El resto de los alumnos asiste entre atónito y divertido a la confrontación entre padre e hijo, aunque poco a poco se va inclinando a favor de las opiniones del padre. Daniel Mendelsohn, muy honestamente, reconoce que los estudiantes a menudo parecen aprender más de las interpretaciones de su padre que de las suyas propias y que la unión de las dos perspectivas conduce a una lectura mucho más rica del poema. Y también del libro, añadiría yo.
Más tarde, y a propuesta del hijo, los dos emprenden un crucero por el Mediterráneo que rehace el viaje que se narra en la Odisea. En el crucero el padre va mostrando un lado sociable y extrovertido que Daniel nunca ha conocido pues, según nos cuenta, el padre ha sido un hombre distante, nada dado a las efusividades físicas, reacio a las alabanzas y muy obstinado. De hecho, Daniel Mendelsohn decidió convertirse en un clasicista para ver si así conseguía complacer a su padre que, aunque era profesor de matemáticas y científico, decía lamentar haber abandonado sus estudios de latín en la escuela secundaria.
Este nuevo libro de eso que se ha dado en llamar autoficción, es la historia de la relación de un padre y un hijo y de cómo esa relación cambia a partir de la asistencia del padre al curso del hijo y del posterior viaje que los dos emprenden, todo ello enmarcado en esa obra literaria maestra que es la Odisea. Muy recomendable.
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