El periodo de tiempo que abarca esta autobiografía va desde los 27 hasta los 45 años de Laura Freixas, un tiempo decisivo en la vida de cualquier persona. En él la autora escribe y publica varias novelas, es también traductora, trabaja en una editorial… pero por encima de todo eso se convierte en esposa y madre. Una esposa amantísima dispuesta a dejarlo todo por el que es el amor de su vida, de hecho se muda a París a vivir con él dejando en España su trabajo, sus amigos y su familia. Deciden tener un hijo pero este no llega y Laura se  somete a un tratamiento de fertilidad que pone su salud patas arriba. Finalmente tienen una niña que hace las delicias de su madre pero que le ata un poco más corto a las cuatro paredes de su casa.

Al cabo de un par de años, Étienne, el afortunado marido, quiere tener otro hijo, ¿por qué no?, sí, ¿por qué no la parejita? Porque Laura no puede soportar la idea de volver a pasar por todo lo que pasó antes de tener a su hija. Se plantean entonces una adopción que termina con la pareja en un perdido pueblo de la estepa rusa adoptando a Sasha. Durante estos años el trabajo de Étienne se ha hecho más y más intenso, cada vez tiene que viajar más, cada vez su trabajo exige más de él. Cada vez Laura está más sola con sus hijos y con las tareas de casa. A ella no le iba a pasar eso. Ella iba a escribir, iba a triunfar… iba a ser libre.

Me he pasado medio libro hablando con ella, haciéndole notar tantas y tantas señales como la vida le iba brindando, susurrándole al oído, ¿por qué crees que tu marido se va el domingo a las cuatro de la tarde cuando podía viajar el lunes madrugando un poco? ¿Cómo le consientes que te hable así? Mientras ella, erre que erre, sigue haciendo como que no se entera aunque sé que me escucha, sé que sabe lo que está pasando pero también sé que no puede hacer otra cosa.

Es un libro que se lee con gusto; en mi opinión le sobran algunas páginas, no necesitamos tantas situaciones repetidas para comprender lo que está pasando, pero igualmente se lo recomiendo, siempre está bien recordar que hasta en el amor hay que ser libre, mejor dicho, sobre todo en el amor hay que ser libre.