Me acerqué a “Breves amores eternos” con el corazón dividido: me gusta mucho Pedro Mairal pero me da galbana leer cuentos. Cuando empiezo una historia me gusta que sea larga, que dé de sí, que no se acabe en seguida… pero los melindres me duraron poco, rápidamente me sumergí en el libro deseando que de cada cuento se escribiera una novela, pues a cada paso me encontraba con ese Mairal tierno y despistado de “La uruguaya”, ese tipo superado por la madurez de las mujeres con las que tropieza.

El libro se divide en dos partes: “Breves amores eternos”, que trata del deseo, el sexo, el amor y las infinitas combinaciones que se producen con esos elementos, y “Hoy temprano”, que trata de todo lo demás (guiño, guiño). Dice Pedro Mairal que “cuando la gente se va a la cama, ocurren cosas” y que eso le interesa, no la mirada cursi ni la descripción pornográfica, sino “esas cosas que pasan” y ciertamente en el libro pasan cosas no solo en los dormitorios, sino también en la playa, y en los autos y los personajes cogen y bailan, se obsesionan, se aman y después se alejan. Las gordas son hermosas, «pulposas pero con la cintura angosta», pero si uno se tropieza con una flaca igualmente está bien porque una mujer es una mujer.

Los tipos de los cuentos de Mairal hacen cualquier cosa para tener una mujer que llevarse a la boca: la quieren, la engañan, la camelan, la adoran y la extrañan. Hay en el libro amores de tango, amores tristes desde el principio, amores imposibles, pero todos breves porque de otra manera ¿cómo podrían ser eternos? 

Un libro delicioso.