Todos los países, pueblos o tribus tienen sus tabúes. El término considerado tabú queda impregnado de las características de la cosa nombrada, debido a lo cual es preciso evitarlo y reemplazarlo por un eufemismo o un circunloquio.
Uno de los más característicos en nuestra sociedad es la muerte. En lo que atañe al morir, la creatividad desplegada por el lenguaje presenta muchas variedades, puede ser aséptica: dejar de existir; piadosa: entregar el alma a Dios; poética: exhalar el último suspiro; o meramente anatómica: cerrar los ojos. El verbo morir busca sinónimos en palabras menos marcadas, como fallecer, expirar, perecer, etc.
Pero también sucede que la lengua se envalentona ante el tabú, se hace la fuerte y aparenta plantar cara a lo temido. Surge entonces el humor negro, que en el tema de la muerte es especialmente creativo: palmarla, estirar la pata, liar el petate, diñarla, irse al otro barrio, hacerse un traje a medida, espicharla, ir a criar malvas, caerse redondo…
Recordaremos de paso que la palabra tabú (taboo) proviene de la lengua tongana, donde significa aproximadamente «intocable» en su sentido más sagrado.
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