Un abuelo polaco le cuenta a su nieto, ya mayor, que el número que lleva tatuado en el brazo no es en realidad su número de teléfono. El abuelo le cuenta también cómo fue salvado por un boxeador polaco con el que coincidió en Auswitz, aunque no está muy claro si esto que cuenta el abuelo es una hermosa historia literaria o es lo que realmente sucedió.

Ese nieto, ahora profesor de literatura, parte a las montañas en busca de un alumno extraordinario que ha dejado las clases repentinamente. El profesor encuentra al joven poeta y descubre cuán difícil es oponerse al destino que una docena de generaciones anteriores han marcado para ti.

Un pianista de origen gitano, ¿es gitano de verdad?, envía postales al profesor de literatura, autor y narrador de esta novela, desde cualquier ciudad imaginable en un periplo que se torna nómada. Eduardo Halfon busca a este pianista, un enamorado de Liszt, que decide desaparecer, quizás en Serbia buscando saber si es serbio o gitano, o ninguna de las dos cosas.

El narrador es guatemalteco, como Eduardo Halfon, y tiene una novia, Lía, que dibuja sus orgasmos. No sé si Eduardo Halfon tendrá una novia ni si ella dibujará sus orgasmos, sí sé que este escritor convierte la realidad en arte, que es un mago creando imágenes y que yo seguiré leyéndole.