Hace poco leí, no recuerdo dónde, que las citas de un libro sufren una especie de desarraigo o exilio cuando se las saca de su territorio natural, el libro en el que estaban. Ahora lo escribo y parece que está mal hecho, eso de sacarlas de su lugar, de su contexto, pero hay citas tan hermosas que no puedo quedármelas solo para mí. Y esta es una de ellas:

«Una amiga de Juan llegó a saludarlo y se pusieron a platicar en cakchikel. Sonaba bellísimo, como a gotitas de lluvia cayendo en una laguna. Cuando se marchó, le pregunté a Juan si escribía poemas en cakchikel. Me dijo que por supuesto. Le pregunté si decidía si escribirlos en español o en cakchikel y él se quedó callado un buen tiempo, mirando hacia la fuente de lustradores. No sé, dijo finalmente, nunca lo había pensado. Y luego volvió ese silencio tan natural entre nosotros, como si ninguno de los dos necesitase decir algo y como si ya todo entre nosotros estuviese dicho. Olía a elote asado. A lo lejos, un niño estaba vendiendo pollitos y nadie le hacía caso a un predicador. ¿Sabe, Halfon, cómo se dice poesía en cakchikel?, me preguntó de repente. Le dije que no, que ni idea. Pach’un tzij, dijo. Pach’un tzij, dije. Y me quedé un tiempo saboreando esa palabra, degustándola únicamente por su sonido, por el delicioso encanto de pronunciarla. Pach’un tzij, dije de nuevo. ¿Sabe qué significa?, me preguntó y, aunque vacilé, le dije que no, pero que tampoco importaba. Trenzado de palabras, dijo. Es un neologismo que significa trenzado de palabras, dijo. Pach’un tzij, entonándolo él con la elegancia que sólo se adquiere a través de una espiritualidad incauta. Es algo así, dijo, como un huipil de palabras, como un tejido de palabras, y no dijo más».

Eduardo Halfon: El boxeador polaco