Un hombre vuelve de la guerra, concretamente de la Segunda Guerra Mundial, y encuentra el que fuera su piso asaltado y despojado de casi todos sus muebles. Su vecino, el Vecino, le explica que como no pensaba que volviera de la guerra ha vendido sus muebles, la necesidad, ya me entiende usted. Nuestro protagonista recorre el piso. Hay un telescopio que quizás el Vecino no ha conseguido vender y que le recuerda que, en una vida anterior, era profesor de Astrofísica en la Universidad. No sabemos nada de él excepto que vuelve de la guerra. Imaginamos el trauma a partir de su estado de indiferencia.
El Vecino, y más a menudo su esposa, la Esposa, le traen algo de comida, a veces suficiente, la mayoría de las veces, poca. El Vecino empieza a urgirle que salga a trabajar, que gane algún dinero pero nuestro hombre no le hace caso, su existencia está en otra parte. Sabemos que pasa el tiempo porque los que están a su alrededor cambian. La Esposa, que estaba embarazada, da a luz y vemos una niña crecer. El Vecino va llenando la casa de realquilados que le proporcionen algo de dinero. En un momento dado estos realquilados son activistas políticos contra el gobierno estalinista. Estamos en Hungría en 1956.
La novela está narrada en segunda persona, una segunda persona íntima que actúa como si el protagonista se hablara a sí mismo, de forma que parece ser él quien nos cuenta lo que pasa, a través de los ruidos que escucha, a través de las ideas y venidas del Vecino y su Esposa. «Te gusta registrar las palabras que escuchas al otro lado de la pared e inventar los gestos que las acompañan». También sabemos lo que pasa en la calle a partir de lo que ve por la ventana.
Poco a poco se va desvelando el pasado del protagonista que resulta ser la razón de su estado de postración: La estancia en un campo de concentración, el horror de recoger los muertos como si fueran animales, la lucha día a día por sobrevivir.
Juan Gómez Bárcena levanta un mundo enfrente de nuestros ojos, experimentamos las consecuencias de una guerra y de la maldad absoluta que el hombre es capaz de ejercer y levanta ese mundo nada más y nada menos que con palabras, es decir, es pura literatura.
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