Hoy quiero dedicar este post a una amiga a la que solo he visto una vez en mi vida. Aunque no la hubiera visto nunca, seguiría considerándola mi amiga y seguiría estando segura de que existe porque una existencia virtual con tanta presencia no hay robot ni trol capaces de mantenerla. No sé cuántos años hace que nos conocemos ni sé cómo fue la circunstancia exacta en la que nos encontramos, pero sé que me importa lo que pase en su vida. Sé que cuando no le va bien me gustaría estar cerca para consolarla y ojalá lo esté como me pasa a mí con ella, que aunque no la vea sé que está ahí.
Se ve que las afinidades y el respeto mutuo unen más que la cercanía geográfica. Comparto con ella el amor por el lenguaje y el placer de leer, lo cual es mucho porque a menudo nos encontramos transitando por las mismas páginas o descubriéndonos mutuamente palabras que no conocíamos. Compartimos también la afición por el cine y el placer del arte. Nuestras vidas discurren por railes distintos que a veces se cruzan y luego siguen su camino, como en esos cambios de vía que manejaba mi abuelo.
Apenas conozco el tono de su voz pero sé que cuando habla sonríe porque se le nota en la forma de disponer las palabras. También sé que es compasiva y que no necesita mucho para ser feliz. Dicen que cuando la vida nos pone la zancadilla hay que frotarse los rasponazos de las rodillas y levantarse lo antes posible. Mucha fuerza, amiga, porque ya tengo ganas de volver a verte entre palabra y palabra.
Comentarios