Cuando Ana me dice que está cansada del titánico esfuerzo que le supone lidiar con su enfermedad, que se le acaba la energía y que hasta aquí, mi cabeza se dispara intentando encontrar una fórmula que le disuada del deseo de abandonar la contienda. Porque sucede que Ana es una peleona nata, ríanse ustedes de esos luchadores de sumo inmensos, que se asientan sobre sus piernas y son capaces de parar la arremetida más intensa; mi amiga encontraría la estrategia adecuada para que se rindieran más pronto que tarde. Ana está acostumbrada a luchar y empleo este verbo a pesar de que soy de las que piensan que no se lucha contra una enfermedad, sino que se padece. Contra el cáncer no se gana o se pierde, simplemente uno se cura o no se cura. No está en nuestra voluntad. Pero la anorexia es una enfermedad que la sociedad entiende que se padece por voluntad propia, se nos olvida que ninguna enfermedad se elige, sino que es ella la que nos elige a nosotros.
Y es que el síntoma más conocido de la anorexia es el rechazo de la comida, pero no es el único ni mucho menos. La anorexia no consiste en querer tener una talla menos, quizás ese pueda ser el principio en algunos casos, -como el estornudo en la COVID 19, que uno empieza con una tos tonta y acaba en la UCI conectado a un respirador- pero eso sería solo el comienzo del comienzo.
La anorexia es una enfermedad mental por la que el cuerpo detecta que la comida no es bienvenida, el alimento se vuelve una especie de veneno y es rechazado. Sería un fenómeno similar al de las enfermedades del sistema autoinmune en las que nuestro sistema inmunológico detecta algo propio como extraño y lucha contra ello poniendo en peligro la propia supervivencia. Mi amiga sabe que tiene que comer, igual que usted y que yo, se da cuenta de lo que la falta de alimento está causando en su cuerpo y, sin embargo, no puede comer porque la anorexia no se lo permite.
Pero mi primera reacción, la visceral, es pedirle que coma. Come, tesoro, come, ¿no ves lo fácil que es? Solo reflexionando un poco me doy cuenta de que es como pedirle a una persona deprimida que le ponga fuerza de voluntad y se tire a la calle a vivir la vida.
Y así, sus amigos, su familia, la sociedad en general, con la mejor de nuestras voluntades, culpamos a las personas anoréxicas de su propio trastorno, añadiendo un sufrimiento inútil al que ya causa la enfermedad. No sé cómo ayudar a mi amiga ni a las personas anoréxicas en general, pero seguro que no es sumando la culpa de estar enferma a su padecimiento. Como pasa con tantas enfermedades mentales, la anorexia es una gran desconocida para la gran mayoría de nosotros.
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