Los nombres y las características de los animales son una fuente inagotable de inspiración para formar adjetivos, describir comportamientos o construir locuciones. Veamos algunos ejemplos, es decir, cojamos el toro por los cuernos.

Se puede ser silencioso como un gato, rápido como un galgo o astuto como un zorro. Hay quien nada como un pez y hay quien directamente es un burro. Se puede ser un gallina, un cerdo, una alimaña, una sabandija, un camaleón, ser grande como un oso o estar como un pulpo en un garaje. Hay quien va por la vida como pollo sin cabeza, quien tiene el incómodo don de ser el elefante en la cacharrería y hay también quien tiene la suerte de ser libre como un pájaro.

Todos pasamos por la edad del pavo y no nos libramos, en algún momento de nuestra vida, de actuar como borregos. En el confinamiento todos los días eran el día de la marmota, lo mismo nos los pasáramos haciendo ejercicio para tener cintura de avispa o mirando a las musarañas.

¿Se acuerdan ustedes de la crisis del 2008? Decíamos que era una crisis de caballo y ciertamente no se libraron de su azote ni los tiburones de las finanzas. Algunos pensaron que la salida sería rápida, en menos que canta un gallo, decían, pero no fue así sino que más bien salimos a paso de tortuga.

A los pasos de peatones les llamamos también pasos de cebra, el hambre decimos que es canina y el médico que te saca sangre es un vampiro. Hay quien es un parásito o quien es una hormiguita. Y se puede ser muy mono, muy gallito o ser, simplemente, un animal.