“A veces decíamos que el acto de leer era más el momento de abandonar el libro que el de abrazarlo y te confesé orgulloso que el que más me había impactado alguna vez era el mismo que había dejado sin terminar, abandonado en una cesta insólita y casual al costado de una ruta”.*
Abandono este libro por la mitad de sus páginas, no porque no me guste, sino porque me conmueve demasiado. Está escrito con un tono distante que me recuerda a “El pianista”, en el que Wladyslaw Szpilman cuenta los hechos más atroces en un tono de crónica, como si no fuera para tanto y precisamente esa falta de tono dramático deja la narración suspendida en el aire, sin connotar y es el lector el que le pone contexto, el que le añade el dolor. Algo así sucede en Beckomberga. Oda a mi familia.
Jackie habla de su padre, de su vida en la institución psiquiátrica en la que está recluido como si contara que él va a la oficina. Ella va a visitarlo incluso cuando su madre ya ha desistido de hacerlo. Jackie conoce a los pacientes que deambulan por los pasillos de Beckomberga y ellos la conocen a ella.
El hospital psiquiátrico Aita Menni tiene un pasillo central que es del tamaño de una calle. Por ese pasillo deambulan los enfermos arriba y abajo, la mayoría arrimados a las paredes como si escaparan del espacio central. De ese pasillo salen bocacalles que llevan a diferentes alas. Cuando transitas por una de ellas empiezas a encontrar puertas cerradas que una voz distante va abriendo a tu paso, si eres alguien a quien le están permitidas la entrada o la salida. Cuando la puerta se cierra detrás de ti el miedo te da un pellizco en el estómago, tanto al entrar como al salir. ¿Quién sabe si habrá una voz que abra la siguiente puerta?
Dejo el libro -decía- porque me conmueve demasiado, me angustia y me pone un antílope en la garganta (gracias por la imagen, Nadia). Están tan desamparados sus personajes, son tan vulnerables, están tan solos aún cuando Jim tiene a Jackie y se tienen unos a otros y tienen al doctor Edvard, que no puedo seguir leyendo.
Me atrevo a decir, a pesar de no haberla terminado, que es una novela extraordinaria puesto que es capaz de conmocionar de esta manera. Quizás alguien con más estómago que yo, quizás alguien con un bagaje distinto del mío la pueda disfrutar. Anímense y que alguien me cuente el final.
*Julián López: La ilusión de los mamíferos
Comentarios
Gracias a ti, AMIGA.
❤️