Hay una película preciosa de Isabel Coixet que se titula «Mi vida sin mí» en la que una mujer joven con fecha de expiración graba unas cintas para que sus hijos las escuchen cuando ella ya no esté. Es una película tierna, triste y a la vez positiva. Me ha venido a la cabeza al pensar en un posible mundo sin ti.

Sería este un mundo que se me antoja incompleto y del que te vas en un viaje que tenía que haber sido a París y que va a ser al espacio sideral. Te hemos llenado las maletas de besos, de «quénecesitas» y de aperitivos por si te da el hambre canina. Hemos puesto también las macetas del balcón porque necesitan de tus cuidados. Llévate un libro para los ratos muertos y acuérdate de que se os ha quedado un viaje pendiente. Tu hermana te lo reclamará más pronto que tarde. 

Nos quedamos solos, Marisa. A quién harán bromas ahora tus hermanos echándote en cara que les arruinaste la niñez porque eras el modelo al que se tenían que parecer. Quién me llamará en Navidades para preguntarme si quiero compota, a quién le dirá Valentina «por favor, Marisa, guapa».

Me quedan como patrimonio las últimas mañanas contigo. Tener entre las mías esas manos tan suaves, esos pies preciosos a pesar de los tacones. Me queda tu mirada agradecida, tus ojos verdes que me mandaban un último rayo de complicidad. Para siempre en mí la paz de acompañarte mientras veíamos llover sobre los árboles de Miramón.

Tu ausencia se extiende ya entre nosotros haciendo nuestro mundo más estrecho, más marrón y más frío en este año aciago que querría borrar del calendario. Buen viaje, Marisa.