Va calando tu ausencia, Marisa. Uno cree que comprende lo que es la muerte de una persona cuando se lo dicen, cuando lo ve, pero no es verdad. Solo cuando pasa el tiempo y esa persona no aparece, no llama, no contesta un whatsapp es cuando empiezas a darte cuenta de que ya no la vas a ver más, que no te va a hablar, que, simplemente, no está.

Hemos celebrado el santo de tu hermana y en tu sitio no había nadie, no se oían tu voz grave ni tu risa. No protestabas porque tenías el plato demasiado lleno ni nos servías vino. Todos hemos disimulado, hemos iniciado conversaciones para llenar el hueco de tu silencio, nos hemos reído y con la mutua presencia nos hemos consolado los unos a los otros.

Marcos pregunta si ahora serás azul por eso de que vives en el cielo, no sabíamos qué decirle pero seguro que te habrías reído con esa ocurrencia. También me dijo que qué pena que te hubieras muerto tan temprano porque ¿sabes, Gemma? he escrito una poesía en el cole que le podría haber leído a Marisa y seguro que le habría gustado. Me quedé pensando cómo había identificado él tan pronto que era a ti a quién más le iba a gustar su poesía.

Como cuando murió mi hermano, me pregunto si algún día se me olvidará tu voz, si me acostumbraré a que no estés en casa, a que ya no vengas nunca a comer. Tu ausencia empieza a estar por todas partes, Marisa.