Hay palabras de todos los días y palabras de domingo, están las que se usan para hablar con el médico y el notario y las que hablamos entre risas con las amigas. Palabras que decimos a los animales, palabras que hablamos solos mientras trajinamos en casa. Palabras claras como el agua, palabras escritas para que no se las lleve el viento, palabras que pesan toneladas. Palabras frescas como gotas de lluvia, palabras que caen y se arremolinan como hojas de arce. Palabras que saben a resaca de Oporto dulce, que recuerdan caricias y emociones como olas de mar.
Palabras baladíes que enredan una conversación entre quienes no quieren silencio. Palabras elevadas que desgranan citas de otros y se alzan por encima de nosotros. Palabras exaltadas que arengan empujando a la acción. Palabras susurradas para dormir al hijo al que ha despertado un fantasma. Palabras rosas que acompañan la música de una canción de amor. Palabras que divagan para no decir lo importante. Palabras que tiran del hilo y otras que jamás serán dichas porque forman un secreto que debe ser llevado a la tumba.
Palabras que crean la belleza de la poesía. Palabras que son fórmulas hechas y que, sin embargo, consuelan. Palabras que no podemos pronunciar sin que los ojos se nos llenen de lágrimas. Palabras que queremos olvidar y no podemos. La palabra dada cuyo cumplimiento nos honra. La palabra retirada que sella nuestro agravio. Palabras plomizas que caen en la tripa y duelen.
Palabra sobre palabra se relata una vida. No somos polvo, somos palabras.
Comentarios
Querida, estás tardando en escribir un libro 😉
Glup, sin palabras me he quedado 😉
Precioso texto, Gemma, me ha encantado
Muchas gracias, Teresa.