Acólito es una palabra curiosa, yo diría que de poco uso y, quizás por eso, su significado es un tanto nebuloso. Hay quien lo atribuirá al ámbito político, hay quien pensará que es una palabra antigua que significa algo así como siervo.

Pues bien, en la antigüedad, se solía llamar acólito (del latín tardio acolythus y este del griego ἀκόλουθος, akóluthos, ‘el que sigue o acompaña’ literalmente ‘el que va por el mismo camino’ de keleuthos, ‘camino, senda’) a cierto tipo de esclavo que acompañaba a todas partes a su amo. De ahí que la Iglesia tomara esta palabra para denominar a una especie de asistente del sacerdote.

Más tarde, el significado se extendió y pasó a significar ‘hombre que acompaña asiduamente a otro en actitud de adhesión o subordinación’. Leonardo Da Vinci se sumó a la historia de la palabra con esta cita: «Prefiero ser discípulo de la experiencia que acólito del pensamiento tradicional». O eso dicen los diccionarios de citas que dijo Leonardo.