En este libro, a medio camino entre un relato y una novela, se cuenta la historia de un padre, enfermo de cáncer, que pide a su hijo que le acompañe a visitar la isla donde creció. Es un último viaje en medio del otro gran viaje que es pasar de la vida a la muerte.
Asistimos al esfuerzo del padre por aparentar una fortaleza que no tiene, pero el hijo sabe bien del sufrimiento y de la verdadera situación terminal del padre. «El camino de vuelta fue muy penoso. De tanto en tanto al padre le daba un ataque de tos seca; le faltaba la saliva; la sed debía de atormentarlo cada vez más. Su ánimo era apacible e intentaba seguir hablando; pero ya un cansancio sin esperanza se advertía en su voz; se le había apagado la luz de los ojos. Las piernas le temblaban.»
En la isla se alojan en la casa de unos conocidos, pesca el padre un día, otro toman una barca para que el hijo se bañe en una playa a la que solía ir de niño… Se afana así el padre por revisitar los lugares en los que fueron felices, pero todos los episodios están teñidos por esa luz de la última vez, en todos el dolor de la pérdida: el padre pierde la vida y el hijo pierde a su padre.
Es una historia conmovedora, sin duda, pero repetitiva pues apenas hay nada más en las escasas cien páginas del libro.
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