Sepan ustedes que ‘razón’ viene del latín RATIO, que significaba ‘cálculo, cuenta’; por vía culta dio en ración, que de ‘cuenta’ pasó a significar ‘porción’. Me gusta esta palabra porque yo soy una de esas personas que siempre tienen razón. Tengo razón cuando me quejo y tengo razón cuando me alegro.
Desde que tuve uso de razón he sido una persona razonable, prudente, cautelosa y sensata, de manera que mis razonamientos son infalibles. Dice mi mujer que prefiere darme la razón antes que discutir conmigo y, la verdad, no sé a qué viene semejante tontería porque a mí no me gusta discutir, que dos no discuten si uno no quiere, pero si llevo la razón ¿qué voy a hacer?, ¿dejar al otro pensando que está en lo cierto cuando está equivocado? Pues no, le hago entrar en razón.
Me gusta mucho esta palabra porque tiene muchos significados. Existe la razón de Estado y también la razón social. A los hijos les tengo dicho que es bueno atender a razones para que la convivencia discurra sin sobresaltos y que cuando repartimos las raciones de pizza corresponde a razón de equis por cabeza, según si hemos comprado la familiar o dos medianas.
También sirve esta maravillosa palabra para describir que cuando uno ha perdido la chaveta en realidad ha perdido la razón. Y es que la razón se pierde, se da, se lleva y se quita. Pero tener, tener, solo gente razonable e inteligente como yo, es decir, gente racional y con raciocinio.
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