Pienso a veces, muy pocas, cómo sería la vida si no hubieras existido, si nunca hubieras llegado, si no te hubiera ido a buscar expresamente, porque no llegaste por azar, llegaste porque te busqué. Pero ahora, a veces, me esfuerzo por vivir transitando por un paso elevado, sin barro, sin charcos, sin arenas movedizas ni pantanos malolientes.

Cómo sería mi vida sin llamadas en mitad de la noche, sin extraños que preguntan ¿es usted ella? Vivo bien, poco a poco me he acostumbrado, aunque no dejo de buscarte para saber si estás bien. Procuro no dejar rastro, no contarlo, no hablar de ti. Que no haya eco, solo yo con mis sentimientos y mis recuerdos. No quiero ahondar pero de vez en cuando vienes, me tocas en el hombro y te reconozco. A veces no vuelvo la cabeza, me hago la loca. Otras, como te digo, soy yo la que te busca. Huyo de los «si hubiera…» porque no conducen a nada pero a veces la mente desbarra, se pierde y completa algún «si hubiera…».

Hay veces en las que no solo no me protejo sino que me tiro de cabeza en los recuerdos, en el análisis, en buscar todavía cómo sufrir menos, Me digo que ya no soy responsable, ya no busco el último recurso que te ayude, no reclamo por favor, por favor, no interpelo dónde estará tu expediente, no miro el nombre del firmante deseando que sea una mujer y resulte más empática.

Intento vivir como si nunca hubieras existido. Y, sin embargo, tengo ganas de verte. Y, sin embargo, te quiero mucho.