Empiezo Hamnet sin saber nada de él. Acostumbro a apuntar en cualquier sitio los libros que me parecen interesantes, a partir de una reseña o de la recomendación de alguien, y luego rara vez me acuerdo de dónde he sacado ese título. Me pregunto ahora qué será lo que tiene un libro que atrae nuestra atención desde la página uno, ¿es lo que cuenta?, ¿es cómo lo cuenta? ¿es lo que sugiere o lo que esconde? A estas alturas no sabría decir, pero sea lo que sea, este libro lo tiene.
Hamnet es el nombre de uno de los tres hijos que tuvieron Shakespeare y su mujer, Agnes. Hamnet, mellizo de Judith, contrajo la peste y murió a los once años cambiando de manera drástica la vida de toda su familia.
Jamás había pensado en Shakespeare como un hombre enamorado, un padre, una persona doliente, él era para mí un gran escritor, un autor prolífico, un genio, todo eso pero nada más. Imaginar a William Shakespeare como un simple mortal ha sido todo un descubrimiento, aunque la novela en realidad a quien descubre es a Agnes, su esposa.
Agnes es una joven independiente con diversos talentos, alguno de los cuales utiliza para escapar a la tiranía de su madrastra. Le gusta mucho la naturaleza, se siente muy ligada a ella y pasa tiempo en el bosque recogiendo las hierbas que luego utilizará para curar los males de sus vecinos. Tiene también una intuición extraordinaria que le da fama de adivinadora entre sus conocidos. Hasta que conoce a un joven preceptor de latín y se enamora de él.
Hamnet es una historia conmovedora, llena de vida aunque todo lo enturbie la muerte del hijo, una historia emotiva y preciosa que me hubiera gustado seguir leyendo, que me hubiera gustado que no se acabara nunca. Seguro que les ha pasado, que cuando van llegando al final de un libro que les gusta empiezan a leer más despacio para que les dure más. Este es uno de esos raros libros.
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