Quién seré para cada uno de los que me estiman cuando ya no esté aquí. Qué les faltará que yo les esté dando ahora, por qué se acordará de mí cada uno de los que quiero. Si estuviera Gema le habría encantado esta película o ya no tengo quien me recomiende un libro, qué pena que no ve lo bien que está su hijo pequeño, la buena vida que finamente ha conseguido.

O por el contrario, quizás piensen ella tendría que haber hecho esto y aquello, debería haber ido aquí o allá, se debería haber ocupado más de mí, si estuviera aquí le diría… Lástima que nunca fuimos a Pernambuco, siempre decía que quería ir. 

Es una pena que no veamos ni sintamos todo el amor que se derrama sobre una persona cuando falta. No podemos sentir lo que nuestro paso por el mundo cambió, lo que aportamos, no sabemos cómo cambiamos a las personas, cuánto las influimos, si las mejoramos o las cubrimos con una nube tóxica.

Pensarán ustedes que qué alto concepto tengo de mí misma puesto que la mayoría de lo que se me ocurre son cosas positivas, pero no es eso, es que las cosas negativas ya las sabemos en vida, aunque no las reconozcamos. Vemos sus consecuencias o nos las dicen aquellos a los que ofendimos, aquellos a los que no quisimos lo suficiente o no lo suficientemente bien. Es lo sutil lo que no sabemos, lo que expandimos alrededor sin darnos cuenta, como los aspersores.

Porque nunca podemos salir de nosotros mismos, porque nunca nos vemos desde enfrente, no conocemos nuestros gestos, nuestra mirada airada o de pura ternura. Solo sabemos lo que vemos reflejado en los demás, lo que nos devuelven… que nunca es lo mismo en nuestra presencia que en nuestra ausencia. Quién pudiera subirse a la lámpara del tanatorio y mirar y escuchar lo que dicen de una.