La protagonista de este libro no tiene nombre, es esposa, madre, trabajadora, amiga… Como si no fuera nadie y fuera tantas a la vez, una mujer definida por la función que representa. Su marido tampoco lo tiene, es el Escritor, así con mayúscula. Ella empieza a replantearse las cosas, «antes nos bastaba con una botella de vino en el frigorífico, ahora…», evocando un antes que queda muy lejos del lugar en el que se encuentran el Escritor y ella en el presente.

Capítulo a capítulo se va construyendo esta novela, la vida de Ella y el Escritor y también el aprendiz, es decir, el niño que es su hijo. Cada capítulo, muy breve, podría ser un cuento pues cada uno tiene su final inesperado, una frase contundente, «las mujeres adultas no conjugan la primera persona», que nos hace levantar la vista del libro y mirar alrededor, ¿hay alguien con un martillo? porque a una le han dado un golpe en la cabeza.

Es una historia cotidiana y universal que podría ser la de cualquiera de nosotras, la de una amiga, la de una compañera de trabajo que nos dice lo que hizo ayer sin darse cuenta de que está hablando de la decepción que nos espera a la vuelta de la esquina o del aburrimiento de un precioso día de verano. «Incluso en la vida que está bien, si miras con atención, hay algo escondido que huele mal y que acecha», dice Silvia Hidalgo en una entrevista.

«¿No era ahora cuando íbamos a ser felices?», se pregunta Ella, sabiendo que hay cosas que no están bien pero no sabe cuáles o cómo cambiarlas. Quizás viviendo en la mentira se diga la verdad a sí misma, quizás si se monta una vida paralela sea honesta consigo misma. Ella es valiente puesto que asume que sus acciones van a tener consecuencias. Es honesta también porque sabe que la culpa de parte de lo que le pasa está en ella, su angustia la lleva puesta, por lo tanto si quiere que algo cambie tiene que cambiar ella. ¿Lo conseguirá? Eso tienen que averiguarlo ustedes corriendo a leer este libro.