Se pregunta el personaje de Jacobo Bergareche en Los días perfectos, cuántos días perfectos ha vivido en su vida, no momentos sino días completos, de principio a fin. Y me hago a mi vez esa pregunta, es lo que tienen algunos libros que te interpelan y te hacen preguntas que ningún amigo se atrevería a hacer. Y pienso en esos días de cumpleaños que son perfectos desde el punto de la mañana, en los que recibo no ya regalos sino el cariño de tantos a los que quiero, aquellos días de Reyes cuando mis hijos eran pequeños y sus caras de felicidad llenaban mi corazón.

No recuerdo, sin embargo, días perfectos en la infancia, ese tiempo maravilloso para tantos, aunque sin duda debió de haberlos. Están los días de vacaciones, esos que acumulamos en el recuerdo pero que son más un momento perfecto -la contemplación de un paisaje hermoso, una belleza arquitectónica, una pintura que nos impresiona-, que un día completo, pues los viajes están llenos de incomodidades y cansancio. Los días perfectos se encuentran más entre los previsibles, los que están habitados por personas que queremos y nos quieren.

Y están los días perfectos que atesoro en mi memoria, aquellos que solo tú y yo sabemos que lo fueron y cuán perfectos y añorados fueron.