Con sus aproximadamente 2 000 lenguas, África es el continente del multilingüismo. En muchos de sus países, además de las lenguas propias, se habla la lengua del país colonizador. El francés, por ejemplo, es la lengua oficial de unos 20 países, la mayoría en la zona del Magreb y África subsahariana, aunque muchos estados de las zonas dominadas por el inglés y el portugués han elegido el francés como segunda lengua extranjera para facilitar el intercambio económico con sus países vecinos. Esto explica que muchos estados hayan otorgado a una lengua europea el estatus de lengua oficial exclusiva.

La difusión del francés en África depende en gran medida de la educación, aunque el francés que se expande es muchas veces el francés de la calle y no el de la escuela, lo que implica una variedad al margen de la normativa al que algunos lingüistas llaman “francés, lengua africana”. Los medios de comunicación, sin embargo, actúan como elementos conservadores y facilitadores de cierta comprensión mutua, indispensable en las funciones oficiales, científicas, administrativas o económicas.

Si fuera posible poner en marcha una política lingüística que otorgara al francés, a «su» francés, un lugar definido en el multilingüismo de estos países, que fuera una especie de contrato intercultural de forma que quedara excluida la noción de lengua dominante y lengua dominada, en ese caso, el francés no debería sustituir a las lenguas africanas, sino más bien al francés de Francia, de forma que su uso se limitaría a los ámbitos de las ciencias y las relaciones internacionales.

Pensar que los africanos deberían prescindir de las llamadas lenguas colonizadoras, lenguas internacionales que les dan acceso a la modernidad, sería tan utópico como imaginar que podrían abandonar sus propias lenguas en las relaciones sociales.