Si las lenguas en general intentan expandirse y llegar a cuantos más hablantes mejor, hay unas pocas que buscan todo lo contrario, limitarse a un grupo concreto, ser exclusivas y conseguir que su aprendizaje tenga una dificultad tal que sea un reto para los foráneos. Este tipo de lenguas se llaman esotéricas.
En el pasado, el chino y el japonés fueron lenguas esotéricas, de manera que su enseñanza estaba prohibida a los extranjeros. Preservar una lengua esotérica exige un gran esfuerzo social, ya que se requiere una enseñanza formal y un férreo control de la misma. Un ejemplo sería la lengua anêm, hablada en Papúa Nueva Guinea. El acceso restringido de los de fuera a la lengua es uno de los elementos para definirla como esotérica y muchas lenguas minoritarias continúan, hoy en día, preservándose de los intrusos.
Mientras exista una comunidad viable de hablantes, no existirá ningún peligro de supervivencia para esa lengua. Sin embargo, a través de la emigración, los matrimonios mixtos y otros procesos sociales similares, el número de hablantes puede disminuir drásticamente, hasta el punto de que la lengua ya no sea viable y se encuentre en peligro de extinción, como está ocurriendo con el pitcairnaise o Pitkern-Norfolk, una lengua mezcla de inglés y tahitiano que se habla en las islas Pitcairn y Northfolk.
La poca utilidad económica de una lengua esotérica y el esfuerzo que conlleva aprenderla y preservarla pueden ser algunas de las causas que llevan finalmente a la sustitución o desaparición de este tipo de lenguas.
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