Leo a Knausgård y se me queda su voz metida en la cabeza todo el día. Le imagino conduciendo por las verdes colinas del sur de Suecia con su bebé de meses en el asiento de atrás. Ha dejado a sus otros tres hijos en la escuela y en la guardería y se dirige a visitar a su mujer, Linda, ingresada en un hospital psiquiátrico con una fuerte crisis depresiva. El libro está escrito en segunda persona del singular dirigido a esa hija pequeña que lleva consigo a todas partes.
Si has leído su obra anterior conoces su infancia, la difícil relación con su padre, el tiempo en el que estuvo trabajando de profesor en el norte de Suecia, sus amoríos, su enamoramiento de Linda, los problemas de esta… es decir, le conoces. Es como un viejo amigo al que has visto vivir y del que quieres seguir sabiendo. Si te gusta, claro, porque Knausgård es uno de esos autores frente a los que es imposible permanecer indiferente, o te gusta o no lo soportas en absoluto. A mí me gusta aunque reconozco que me ha venido bien el tiempo transcurrido desde su última obra hasta esta.
En primavera es una de las cuatro novelas que conforman Cuarteto de las estaciones. Transcurre en un día, desde el momento en que se despierta y pone en marcha a sus cuatro hijos hasta el momento en el que asisten a la tradición de la noche de Walpurgis.
“Quería hacer algo distinto, quitar toda la psicología y volcarme en el mundo de fuera, no el interno. Sentí que eso de alguna manera era equivalente a lo que hacían artistas visuales que pintan y describen el mundo», dice, de ahí esas ilustraciones de artistas gráficos que acompañan a los cuatro libros y que, si bien no han conseguido ese «volcarse en el mundo de fuera», sí añaden un plus artístico al libro.
Knausgård se ha prometido a sí mismo no volver a la autoficción, “Sería repetirme y para seguir escribiendo tengo que sentir que estoy en algo nuevo”, y creo que es una buena idea.
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