Hay quien dice que basta leer las primeras líneas de un libro para saber si es bueno; este de Fernando Marías empieza así: «Te incineraron con una novela mía entre las manos. Por eso escribo este libro». Un comienzo verdaderamente atractivo, una imagen tan visual que es como si estuviéramos viendo el trailer de la novela.

Fernando Marías cuenta la historia de su relación con Verónica, una mujer que fue su compañera durante más de veinte años. Se enamoraron en los años de la movida madrileña y terminaron ambos siendo alcohólicos. Él consiguió desengancharse, pero ella no. El alcohol terminó con la relación y Verónica volvió a Marsella, ciudad de la que era originaria.

Cuando, años más tarde, Fernando se entera de la muerte de ella y de que ha sido incinerada con un libro de él, decide sentarse a escribir la historia de ambos en una especie de ajuste de cuentas. Escribe lo que recuerda porque, como él mismo confiesa, hay cosas de las que no se acuerda porque estaba demasiado borracho.

Se suele decir de las adicciones que son un descenso a los infiernos y verdaderamente la de Fernando y Verónica lo fue. A ratos me parecía que no podía seguir leyendo porque una gran tristeza se iba apoderando de mí, tanto más grande al saber que Fernando Marias había fallecido hace escasamente unos meses. Habla en el libro de su propia muerte también y convierte al lector en un espectador que sabe más que él, el escritor no sabe que no va a poder disfrutar mucho de la acogida de este libro, mientras el lector sabe que está leyendo su último libro.