«Además, siempre está el apodo cariñoso, práctica bengalí que garantiza que toda persona tenga dos nombres. En bengalí, apodo es daknam, que significa, literalmente, el nombre con el que los familiares y amigos llaman a alguien, en casa y en momentos privados, íntimos. Los apodos cariñosos son vestigios de la infancia que perdura, recordatorios de que la vida no es siempre tan seria, tan formal, tan complicada…, como lo son también de que las personas no son lo mismo para todos. Todo el mundo tiene un apodo. El de Ashima es «Monu», el de Ashoke es «Mithu» y, aunque sean altos, son ésos los nombres por lo que sus respectivas familias los llaman, los nombres con los que los adoran, los riñen, los echan de menos, los aman.
A todo apodo le corresponde un nombre oficial, un bhaloham, que identifica a la persona en el mundo exterior. Así, los nombres oficiales figuran en los sobres, en los certificados de estudios, en los listines telefónicos y en otros documentos públicos. (Por eso, en las cartas que le manda su madre, pone «Ashima» fuera y «Monu» dentro.) Los nombres oficiales tienden a revestirse de dignidad. Ashima significa «la ilimitada, la que carece de confines». Ashoke, que es el nombre de un emperador, significa «el que trasciende la pena». Los apodos cariñosos no aspiran a tanto y nunca se registran oficialmente; se pronuncian y se recuerdan, eso es todo. A diferencia de los nombres oficiales, suelen carecer de significado o son deliberadamente tontos, irónicos, incluso onomatopéyicos. Es habitual que, durante la infancia, a un niño lo llamen por infinidad de apodos, hasta que uno de ellos cuaja y se impone sobre los demás.»
Jhumpa Lahiri: El buen nombre
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